“Quiero volver al campo”, me dice Sandra, desde el otro lado de la cerca que separa su casa de la “calle” y de un hermoso jardín con flores coloridas que ella misma plantó. Miro a mi alrededor e, ingenua, le digo: “pero si estamos en el campo”. Claro, desde mi concepción citadina, Crotto, un pueblo de algo menos de 200 habitantes, en el que las casas se encuentran a dos cuadras de distancia unas de otras y donde la tranquilidad y el silencio se adueñan de las horas, Crotto es el campo. Pero ella, con una sonrisa cómplice me cuenta que cuando era chica se crió en el campo. “Estábamos solos, con mis papás y mis hermanos. Yo aprendí a criar gallinas y a ordeñar vacas. Eso es el campo. Allá no hay nadie. Ahora soy la bibliotecaria y me encargo de cuidar las flores y plantas de la plaza del pueblo. Siempre hay algún joven que las destruye”.
Read More»