junio 2013

Veo Veo #1: Aromas del día del padre

Este post es el primero de la nueva sección llamada Veo Veo. ¿Qué es Veo Veo? Es un juego para conocer lugares, costumbres e historias de muchos lugares del mundo a través de los relatos de varios viajeros. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo Veo de Facebook. ¿Querés sumarte? Todos pueden participar. Toda la información en ese grupo. También podés seguir los avances en twitter con el hashtag #veoveo. Por ahora, lo voy a publicar en este blog, más adelante (o aquellos textos que sean más viajeros) los publicaré también en el blog de Magia en el Camino.

El día estaba lluvioso y frío. Muy lluvioso y frío. Si bien estamos en otoño (casi casi por entrar en el invierno) habíamos tenido una semana primaveral en Buenos Aires. Pero justo el domingo estaba feo. No importaba. Era el día del padre y nos esperaba una linda reunión familiar con mis papás y mis hermanos. La primera reunión en tres años que estábamos todos juntos (con novios/maridos incluidos). Claro, es que los padres con hijos viajeros se acostumbran a que siempre falte alguno (o dos…). El domingo 16 de junio, en la Argentina y en algunos otros países de la región se celebra el día del padre. Así que… ¿qué mejor oportunidad para juntarnos todos y disfrutar de la comida en familia después de tanto tiempo? Mientras caminábamos con Dino para la casa de mis viejos me quedé pensando en el Veo Veo que no había podido escribir. Es que no me gusta decir que voy a hacer algo y no cumplirlo. Por eso, mientras me acercaba a la casa familiar se me ocurrió escribir sobre los aromas del día del padre que iba a sentir apenas cruzara la puerta. Sabía que la casa iba a estar llena de aromas. Y no me equivoqué.

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Si los bancos de las plazas hablaran…

Sol de otoño. Mediodía en Buenos Aires. Me siento en el banco de una plaza a esperar. Tengo que hacer tiempo. Recién en dos horas es mi cita con el médico. Es que moverse en Buenos Aires demora tanto tiempo que si tenés dos horas entre una cosa y la otra conviene esperar. El día acompañaba y pensé que el mejor lugar para esperar (y pensar y escribir y observar…) era ese banco de esa plaza. Así que me dirigí hacia allí. Estaba sola. Pero la soledad duró apenas unos minutos. En menos de lo esperado llegaron ellas. Dos chicas adolescentes, con pantalones ajustadísimos, delantal blanco abierto, celular en mano y ojos maquillados, muy maquillados. Esa misma tarde tenían una cita, pero no era con un chico, era con la profesora de Biología. Tenían que rendir el tema «células» (o por lo menos eso inferí de la conversación) pero evidentemente no estaba en sus planes estudiarlo. O, mejor dicho, a lo mejor querían hacerlo, pero el cerebro las traicionaba y solo podían hablar de las células por un minuto o menos, después venían al pensamiento temas más importantes, por lo menos para ellas.

– Ayer dejé al peruano plantado cinco horas. Me quería matar.

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