Veo veo #2: La sonrisa es la misma en todos los idiomas

Este es otro post de la nueva sección llamada Veo Veo. ¿Qué es Veo Veo? Es un juego para conocer lugares, costumbres e historias de muchos lugares del mundo a través de los relatos de varios viajeros. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo Veo de Facebook. ¿Querés sumarte? Todos pueden participar. Toda la información en ese grupo. También podés seguir los avances en twitter con el hashtag #veoveo. Por ahora, lo voy a publicar en este blog, más adelante (o aquellos textos que sean más viajeros) los publicaré también en el blog de Magia en el Camino.

 

35 grados de calor. Pemba. Mozambique. Caminábamos hacia el lugar donde estábamos pasando las noches. A nuestra izquierda estaba el mar, turquesa y revuelto. A nuestra derecha, casas bajas, de madera, con muchos niños jugando y sonriendo. En África los niños están por todas partes. Seguimos caminando. Cuando la temperatura supera los 30 mi humor suele deteriorarse y mi cuerpo pide con urgencia un poco de fresco. Pero pedir eso en ese momento no tenía sentido. Era imposible conseguirlo. Seguimos caminando. De repente nos topamos con un cartel: “S.O.S aldeas de crianza” y una flecha que indicaba “gire”. A pesar de nuestro cansancio, decidimos cambiar el rumbo y llegar hasta ese lugar. Hacía uno días que no nos presentábamos con nuestro proyecto y ya sentíamos que necesitábamos contagiarnos de la energía que irradian las sonrisas de los chicos. Caminamos muchas cuadras. Más de las que decía un segundo cartel que encontramos en el camino. El sol seguía pegando fuerte y mi cuerpo ya se estaba deshidratando. Preguntamos y siempre nos decían lo mismo: “una o dos cuadras más”. Pero hacíamos una o dos cuadras y nos volvían a decir lo mismo: “una o dos cuadras más”. ¿Cuándo colocarán los carteles en los lugares adecuados? Me preguntaba mientras lo único que quería era llegar.

(La foto fue tomada otro día, más nublado, no el día del «descubrimiento»)

cartelsos

Llegamos. El lugar parecía vacío. Mi cansancio era tan grande que me quedé sentada en la silla que la persona de seguridad tenía bajo una humilde casilla. Allí había sombra y era lo que más quería. Dino siguió camino, preguntó por el director o directora del lugar, le contó sobre nuestro proyecto y, después de dudar un poco porque éramos solo dos y era gratis, dijo que sí. Dino volvió feliz y al otro día, a la misma hora, estábamos en el mismo lugar. Pero esta vez con pañuelo en la cabeza y agua fría en un bolso.

Al entrar al aula las sonrisas ya se contagiaban. No me pregunten por qué ni cómo, pero casi no hizo falta empezar para que los dientes blancos sobresalieran cada vez más en esas caritas negras que nos miraban. Pero empezamos. Dino comenzó con sus juegos de magia, con las bolitas rojas, con el fuego, con los pañuelos y los chicos no podían parar de reírse, de gritar, de saltar. No solo eran risas y carcajadas, sino que le pegaban a las paredes y se miraban con caritas de asombro que solo la inocencia y el disfrute verdadero pueden generar. Nosotros nos mirábamos y nos reíamos también. No podíamos creer lo que estaba pasando. Entre juego y juego, Dino esperaba unos minutos para que los chicos sigan riéndose. No era justo cortarles ese hermoso momento de disfrute solo para mostrarles un juego más. Había tiempo, había ganas y, sobre todo, había muchas sonrisas esperando para salir, para volar por el aula, para quedar pegadas en nuestras retinas y estampadas en nuestros corazones para siempre.

 risasyaplausos

bocaabierta

aplausos

 

Cuando terminamos, nos miramos y los dos teníamos los ojos húmedos, a punto de estallar en llanto. Estábamos emocionados. No era la primera vez que nos pasaba, pero esta vez era especial. Cansados y agotados por lo que significó llegar al lugar dos días seguidos, pero felices porque pudimos arrancar muchísimas sonrisas. Incluidas las nuestras. ¿Nunca les pasó que las sonrisas, la alegría y la felicidad, de repente, se convierten en lágrimas?

Mientras caminábamos de regreso “a casa” nos acordamos de una frase que una vez nos dijeron en Ecuador, al finalizar una presentación. “Ustedes no le roban 30 minutos a la realidad ni logran hacer reír durante 30 minutos a los chicos y grandes, como dicen, ustedes hacen eso durante mucho tiempo más, porque ni los chicos ni nos grandes nos olvidamos de ese momento”. Y entonces nuestras sonrisas se hicieron más grandes. Esos chicos de las Aldeas de Crianzas en la pequeña localidad de Pemba, en Mozambique, iban a recordar durante mucho tiempo lo que habían visto. Y cada vez que eso ocurriera, sus caritas se iban a llenar de sonrisas. Lo lindo es que es lo mismo que nos pasa a nosotros. Cada vez que recordamos ese día nos reímos y recordamos ese momento con una sonrisa de oreja a oreja.

 cartelsonrisas

 

Magia en el Camino me enseñó, entre muchas otras cosas, que las sonrisas forman parte de un lenguaje universal. Que no importa el día que tengamos, la religión que practiquemos, el idioma en que nos comuniquemos, la forma de nuestro vestir o la manera de nuestro comer: las sonrisas son las mismas y generan lo mismo en cualquier idioma y lugar. ¡¡Y lo bueno es que son contagiosas!!

Por eso, les dejo un video donde pueden ver algunas imágenes de esta presentación y de otras que hicimos en África así se contagian. Cuando llegamos a las Islas de Mozambique y de Ibo nos dimos cuenta de que ya no tenía sentido acercarnos a una institución. Los chicos estaban ahí, en la calle, a nuestro alcance para robarles sonrisas cuando nosotros y ellos quisiéramos. Esa también fue una de las experiencias más lindas de ese viaje. Ojalá estas imágenes les arranquen muchas sonrisas a ustedes también!!

 

¡Que tengan un día lleno de sonrisas!

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